Arcos de la Frontera
Arcos de la frontera, ciudad de singular belleza, conocida internacionalmente a través de varios medios audiovisuales. Arcos de la Frontera se situada en altura junto al cauce del rio Guadalete, ocupa la cumbre y ladera de una peña.
Posee un conjunto histórico-artístico, declarado según decreto de marzo de 1962, determinado por la vieja muralla y definido por los restos que de ella se conservan. Existen también otros dos monumentos histórico-artísticos declarados: la basílica de Santa María de la Asunción y el órgano de la misma basílica.
Tiene además esta ciudad un enorme interés arqueológico, dado que la depresión del río Guadalete en el sector de Arcos de la Frontera según estudios recientes de las ocupaciones humanas en el transcurso de la Prehistoria tanto en sus etapas mas antiguas como ya en el comienzo de la época histórica, registran importantes asentamientos postpaleolíticos, que abarcan desde el inicio de las primeras comunidades de agricultores y ganaderos incipientes hasta un desarrollado control del territorio por parte de las sociedades jerarquizadas de la Edad del Bronce.
El momento de máxima ocupación del territorio arcense, lo constituye el mundo romano. Desde el siglo II antes de Cristo se puede constatar su presencia; sobre todo los primeros asentamientos coinciden con aquellos lugares que estratégicamente están mejor situados. En el siglo I de nuestra era se produce una ocupación total, coincidiendo con la Pax romana.
Tampoco podemos olvidar la decisiva configuración de Arcos en la época musulmana, el trazado de sus calles, el alcázar militar, la muralla, los molinos, etc…; cuando incluso llega a ser reino de Taifas; o la densa crónica castellana, auxiliada por sus privilegios que aún se conservan en el riquísimo archivo municipal, mientras el pueblo se desborda de sus murallas y la creación de templos o la instalación de órdenes religiosas llega a su cenit desde el siglo XV al XVIII.
Entre las ofertas que Arcos depara al visitante, amén de descubrir su conjunto monumental, podríamos citar la de practicar actividades náuticas en el lago de Arcos y el vuelo libre en ala delta o parapente, dadas sus excepcionales condiciones para ello.
Pintores, escultores, fotógrafos, escritores, buenos cantaores y guitarristas han nacido en este suelo o se han afincado aquí, no en vano se le ha llamado en repetidas ocasiones la “ciudad de los poetas”.
Como quiera que sea, Arcos es una ciudad que merece la pena visitar despacio, descubrir sin prisas, penetrando en sus laberínticas callejuelas, en sus empinadas cuestas para recibir el regalo de un atardecer desde algún mirador, o escuchar el armonioso sonido de sus campanas, curiosear sus patios y sus edificios tan representativos de la arquitectura vernácula en la Baja Andalucía, asistir a alguna de sus fiestas típicas y sobre todo deleitarse con la plenitud de la primavera en su Semana Santa, declarada de interés turístico.
En definitiva, el valor esencial de una ciudad como Arcos de la Frontera es la viva referencia de su pasado, tanto como en sus manifestaciones humanas, a pesar de que la realidad que la hizo posible haya desaparecido, porque la memoria histórica, las tradiciones, y las piedra permanecen desafiantes mientras pasan los hombres.
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